miércoles, 1 de diciembre de 2010

La impaciencia, esa que no te lleva a ningún sitio.

Hay gente con la que necesitas pasar años para darte cuenta de lo que realmente son. Hay otras personas que las ves el primer día y decides que no quieres volver a saber nada de ellos. Y el resto, no definidos en el tiempo de duración, a los que decides darles una oportunidad y ves que sólo te hace falta un mes para darte cuenta de que aún queda gente que merece la pena.

Porque no se puede caminar cuando tienes una piedra en el zapato, sólo sigues tu camino cuando esa piedra se convierte en polvo, que pasa a formar parte de tu vida. Y entonces un día te llenas de inseguridad y dudas, de tal manera que tu cerebro se satura. Revolución. Lloros. Tormenta de ideas. Y te preguntas “¿es este el camino correcto?” porque volver a elegir mal haría que te dieras por vencido. Y no paras de pensarlo, y le das vueltas y quieres saberlo todo ya, porque eres un impaciente. Que con el tiempo todo se sabe, ¡pesado! Todo eso hasta que te chocas con ello y de la impresión, te caes. Pero te recuperas porque ahora tienes la respuesta. Sí, es como que ves la luz y entonces lo entiendes todo. Coges todas las piezas de tu puzle recaudadas hasta el momento y las vas montando poco a poco. Un beso, una mirada, una caricia, una palabra, un hecho, una sorpresa. Y ahí tienes la respuesta a tu pregunta. Y es que, no es lo que quieres sentir, sino lo que sientes sin querer.

Y lo que el primer día te hizo llorar porque era lo más bonito que te habían dicho nunca, esperas que siga siendo así, y que no cambie nada, porque desde ese día, con cuatro palabras, consiguió que desearas poder bajarle la Luna.

1 comentario:

  1. Es precioso, se nota que lo has dedicado a alguien...
    debe de ser muy afortunado.

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