"La vida era estupenda. Lo único que uno tenía que hacer en ese pequeño mundo suyo era ser escritor o artista o bailarín y quedarse sentado o ir por ahí, inhalando y exhalando, bebiendo vino, simulando que uno sabe qué coño pasa."
Que no te vendan historias. Que no te vendan juglares bajo tu ventana, ni literatura enrevesada, ni cursilerías baratas.
Te presento al desgraciado que deambula por el jodido túnel de su vida, que, de pronto, encuentra una luz parpadeante, como una ventana, como una esperanza, como un estímulo que le grita susurrando que se pare, que acaba de encontrar a alguien que le comprende, que le acompañará con una linterna por el resto de su vida. También tenemos al pobre camarero que trabaja en un café burguesito, siendo el transporte invisible de una bandeja llena de delicias varias, que un buen día, recobra su visibilidad con unas amables palabras y una buena propina, pero de las de verdad, monedas con impuestos añadidos en forma de gratitud. O un momento de catarsis, de iluminación, en el que todo parece tener sentido de pronto. O incluso, una simple parte de paraguas un día lluvioso. O una sonrisa después de un día de mierda. Eso, eso. Que no te vengan con palabrerías.
Porque eso es amor. Amor del de verdad.